RAYOS Editoriales • 03.07.25

Niñas unidas a adultos: el reflejo de una crisis sistémica en Chiapas

Las alarmantes uniones de niñas con hombres adultos en Chiapas no son hechos aislados ni tradiciones culturales fuera de contexto: son violaciones graves a los derechos humanos de la infancia, amparadas por el silencio, la impunidad y la omisión institucional.

En los primeros tres meses de 2025, se han reportado 115 desapariciones de niñas, niños y adolescentes en el estado, la mayoría mujeres adolescentes de 15 años, en ciudades como Tuxtla Gutiérrez, Tapachula y San Cristóbal. En paralelo, organizaciones civiles como REDIAS han documentado que más del 60 % de los embarazos en niñas de entre 10 y 14 años están directamente vinculados a violencia sexual. La existencia de estas cifras no sólo evidencia una crisis, sino una tragedia normalizada.

El problema no es nuevo. Chiapas encabeza desde hace años los índices nacionales de fecundidad infantil. En 2024, fue además el año más violento para la niñez en el estado: 149 niñas, niños y adolescentes fueron asesinados o víctimas de feminicidio. Y sin embargo, la respuesta institucional sigue siendo tímida, fragmentada o francamente ausente.

Los llamados “matrimonios” o “uniones” entre niñas y adultos son una forma de explotación, no una práctica cultural legítima. En muchos casos, son consecuencia directa de dinámicas de pobreza extrema, abandono familiar, falta de acceso a la educación, y en regiones indígenas, de la reproducción forzada como forma de control comunitario. En otros, son resultado de redes delictivas que operan con total impunidad, como las vinculadas al crimen organizado o incluso a estructuras de poder local que se benefician del sometimiento de las más jóvenes.

Mientras las autoridades no reconozcan esta emergencia como una prioridad absoluta, mientras no se articulen verdaderos sistemas de prevención, atención y justicia, y mientras no se garantice la protección efectiva de las niñas chiapanecas, los abusos seguirán ocurriendo. No se puede permitir que esta violencia continúe disfrazándose de costumbre o se oculte bajo la etiqueta de “unión voluntaria”.

Es momento de actuar con determinación, voluntad política y sensibilidad. Porque detrás de cada cifra hay una historia rota, una infancia perdida, y una sociedad que ha fallado. Y porque ningún estado que se diga justo puede prosperar si permite que sus niñas sigan siendo entregadas al abuso.

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