RAYOS Editoriales · 24.06.25

Chiapas y el reto pendiente del VIH

Chiapas ocupa, hoy por hoy, el cuarto lugar nacional en casos acumulados de VIH. Entre 2014 y 2024 se han registrado 9,017 casos, una cifra que refleja no solo la magnitud de este problema de salud pública, sino también la deuda histórica que persiste en materia de prevención, educación y atención integral.

Si bien las cifras recientes muestran una ligera disminución —en 2024 se notificaron 611 nuevos diagnósticos, 6.8% menos que en 2023—, la realidad es que el número de contagios se mantiene alto, y el reto de fondo sigue siendo el mismo: romper con los estigmas, ampliar la cobertura de detección y garantizar acceso universal al tratamiento.

Un dato que merece reconocerse es el esfuerzo por frenar la transmisión materno-infantil. De 854 mujeres embarazadas diagnosticadas con VIH en la última década, 731 bebés nacieron libres del virus gracias a tratamiento oportuno y seguimiento médico. Además, Chiapas ha logrado reducir los casos de transmisión vertical de 15 en 2018 a solo 5 en 2023, ubicándose en tercer lugar nacional en esta estrategia. Es un avance, sin duda, pero todavía insuficiente.

Cada año se aplican alrededor de 63 mil pruebas rápidas en Chiapas, con una cobertura de 80% en población en riesgo. Es un esfuerzo importante, pero también limitado si se considera el rezago en educación sexual, los prejuicios sociales y el acceso desigual a servicios de salud en comunidades rurales e indígenas.

Detrás de cada número hay personas, historias y familias que enfrentan no solo la enfermedad, sino también la discriminación y el silencio social que todavía rodean al VIH. Por eso, más allá de las cifras, urge fortalecer campañas de prevención efectivas, con información clara y sin tabúes, sobre todo entre jóvenes y sectores vulnerables.

El VIH ya no es una sentencia de muerte si se detecta a tiempo y se recibe tratamiento, pero en Chiapas, como en buena parte del país, sigue siendo una carga silenciada que evidencia desigualdades y deficiencias estructurales en salud pública.

Que las cifras bajen es una buena noticia, pero no suficiente. La meta debe ser clara: reducir los contagios, eliminar la transmisión vertical y garantizar que vivir con VIH en Chiapas no signifique exclusión, discriminación o abandono institucional.

Porque la lucha contra el VIH es, antes que nada, una lucha por la dignidad y los derechos humanos.

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