RAYOS Editoriales 22.05.25

¿Hasta cuándo con la Mactumatzá?

El conflicto que rodea a la Escuela Normal Rural Mactumatzá no es nuevo, pero sí cada vez más insoportable para quienes viven cerca de sus instalaciones. Los vecinos de la colonia Plan de Ayala, en Tuxtla Gutiérrez, han alzado la voz nuevamente, hartos de convivir con gases lacrimógenos, bloqueos y disturbios que alteran su vida cotidiana. Y no se les puede culpar.

Las escuelas normales rurales tienen una larga y valiosa tradición de lucha social en México, pero ninguna causa, por legítima que sea, debe comprometer la paz, la seguridad y el derecho al libre tránsito de terceros. En Plan de Ayala, el conflicto se ha normalizado a tal grado que los colonos viven en medio de enfrentamientos, de día y de noche, respirando gases lacrimógenos como si fueran parte del aire cotidiano.

Lo sucedido en días recientes, tras la muerte de un estudiante en medio de una persecución, no ha hecho sino tensar más la cuerda. Es comprensible que la comunidad normalista reclame justicia, pero también es comprensible que más de tres mil habitantes exijan poder vivir tranquilos en sus casas.

La exigencia de reubicar la Normal Mactumatzá es una discusión que las autoridades ya no pueden seguir postergando. No se trata de negar el derecho a la educación, ni de criminalizar la protesta social. Se trata de evitar que la convivencia entre ciudadanos se siga deteriorando, en una ciudad que no merece convertirse en campo de batalla.

Tuxtla necesita soluciones de fondo. El Estado tiene la obligación de garantizar la seguridad, la educación y la paz social por igual. Y cuando estos derechos entran en conflicto, como ocurre aquí, corresponde a las autoridades encontrar los mecanismos para proteger a todos, no solo a una parte.

La Mactumatzá debe permanecer como espacio de formación, sí, pero en condiciones que no perpetúen este conflicto urbano-social. Ya es hora de atender una demanda que viene gritando desde hace años. Porque la vida en Tuxtla no puede seguir normalizando la violencia, ni condenar a sus habitantes a vivir entre marchas, gases y enfrentamientos.

Ya basta. Es momento de actuar.

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