En el Cruce del Camino, por Fernando Castellanos Cal y Mayor ·
El tecnofeudalismo representa una evolución en la estructura de poder global, donde los grandes magnates tecnológicos actúan como “señores feudales” modernos, controlando vastas “tierras digitales” en forma de plataformas y redes, con una influencia que va más allá de la economía y llega al ámbito político y social. Elon Musk, con su influencia en X (antes Twitter) y sus conexiones con el presidente electo Donald Trump, ilustra claramente esta tendencia. No solo ha logrado un control sobre una de las plataformas de comunicación más relevantes del mundo, sino que ahora se involucra en políticas nacionales e internacionales, moldeando agendas políticas en países como Italia y Brasil, en lo que se perfila como una expansión de su feudo tecnológico.
Otro ejemplo relevante es el de Mark Zuckerberg y Meta. Zuckerberg tiene en sus manos las redes sociales más utilizadas del mundo: Facebook, Instagram y WhatsApp. Su poder de influencia no solo está en la capacidad de llegar a miles de millones de personas, sino también en su habilidad para dirigir y moderar el contenido que ven y comparten. Esta capacidad quedó en evidencia en la manipulación de datos y las intervenciones de Facebook en elecciones recientes, donde se vio cómo estas plataformas pueden influir en la opinión pública y, en última instancia, en los resultados democráticos.
En China, el tecnofeudalismo toma otra forma, pero no menos impactante. Jack Ma, con Alibaba, y Tencent, con WeChat, representan a los “señores feudales” tecnológicos chinos. Aunque están bajo la supervisión del gobierno, estos titanes de la tecnología tienen un papel central en la economía y comunicación en China. WeChat, por ejemplo, combina servicios de mensajería, pagos, redes sociales y más, lo que convierte a Tencent en una pieza clave para el control y monitoreo de la población, en estrecha colaboración con el Estado.
El caso de Amazon y Jeff Bezos en Occidente es otro ejemplo importante. Con Amazon Web Services (AWS), Bezos controla gran parte de la infraestructura de internet, y su influencia se extiende también al sector mediático con el Washington Post. Esta combinación de control sobre el comercio, la infraestructura digital y los medios lo convierte en un actor de gran peso en las decisiones que afectan a millones de personas.
El avance de estos feudos tecnológicos plantea serias amenazas al entorno democrático global. Al centralizar tanto poder en manos de unas pocas personas o corporaciones, existe un riesgo latente de que estas figuras no solo interfieran en decisiones políticas, sino que también manipulen la información y los datos personales de los usuarios, afectando su capacidad de tomar decisiones informadas. La manipulación de algoritmos y la capacidad de censurar contenidos son herramientas que, en manos de estos “señores feudales,” pueden distorsionar las elecciones democráticas, silenciar voces disidentes y polarizar sociedades.
En un entorno global cada vez más interconectado, el tecnofeudalismo también puede debilitar la soberanía de los estados nacionales, limitando su capacidad para regular y proteger los derechos de sus ciudadanos. Si no se establece una regulación efectiva para controlar a estos actores, existe el riesgo de que la democracia y las instituciones políticas tradicionales queden subordinadas a los intereses de los “nuevos feudales”. En última instancia, la expansión del tecnofeudalismo plantea un desafío fundamental: ¿cómo preservar los principios democráticos en una era donde el poder está cada vez más concentrado en manos de unos pocos: de los gigantes tecnológicos?