En la Mira, por Héctor Estrada ·
En sólo tres años al menos siete grupos armados de autodefensa han surgido en Chiapas como un fenómeno inusual para el sureste del país, que no sólo ha bañado de más violencia al territorio chiapaneco, sino que también ha expuesto la ausencia del Estado en regiones disputadas por los cacicazgos y los grupos del crimen organizado.
El Machete y Gente de la Selva en Pantelhó, Fuerza Armada de Simojovel, 14 de Agosto en Altamirano, Consejo Indígena en la Sierra Mariscal, Autodefensas de los Altos en la región Bosques y las recientemente anunciadas Autodefensas Ex zapatistas, son tan sólo algunos de los grupos denominados de autodefensa que han surgido en la entidad de 2021 a la fecha.
Lo que ha sucedido en Chiapas durante los últimos años sólo podría tener comparativa con lo ocurrido en Michoacán durante los años 2013 y 2014 cuando 36 municipios de esa entidad registraron el surgimiento de autodefensas ante el embate de grupos ligados al narcotráfico en esa entidad.
En su momento, Carlos Montemayor, autor del libro La violencia de Estado en México, señaló que la impunidad en el país es una forma de violencia institucional que ha radicalizado procesos de exigencia social que, históricamente, el Estado ha desdeñado, criminalizado y sofocado, provocando que algunos escalen a violencia popular.
Y es que, no se puede olvidar que el surgimiento del “El Machete”, en julio de 2021, se dio justo cuatro días después del asesinato del líder social Simón Pedro, quien días antes había fungido como interlocutor para que los pobladores llevaran sus denuncias contra los grupos criminales a las autoridades federales, desencadenando su ejecución pública, frente a su propio hijo.
Ese fue, dicen organizaciones como el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas (Frayba), el detonante para el levantamiento en armas dentro del municipio; el hartazgo de una población afectada por la agresiones, asesinatos, secuestros, desapariciones, extorsiones y despojo de bienes; y el contubernio de autoridades políticas, judiciales, cuerpos policiacos y de las fuerzas armadas con las mafias.
Desde entonces la aparición constante de las denominadas autodefensas se ha hecho más recurrente en Chiapas. La presentación pública de presuntos grupos comunales armados para declararle la guerra a agrupaciones criminales, mediante un equipamiento armado inexplicable, se ha vuelto noticia constante para la entidad, entre sospechas que resultan inevitables.
Mientras tanto, el Ejército y la Guardia Nacional sólo se hacen presentes cuando la violencia alcanza niveles de escándalo nacional. No hay desarticulación de grupos criminales y, por lo tanto, tampoco acuerdos de pacificación con las denominadas autodefensas. Únicamente oasis de paz momentánea y acuerdos de retorno para desplazados que terminan regresando el mismo nudo de violencia una y otra vez.
Detrás del problema hay un saldo incuantificable de víctimas mortales, desplazados y reclutamientos forzados que hasta la fecha no terminan de suceder, debido a la anarquía que reina en las zonas de disputa y a la aparente entrega omisa de las tareas de combate contra crimen organizado a los nuevos grupos de autodefensa en Chiapas… así las cosas.