Realidad Novelada, por J.S. Zolliker
Tiene en la oficina, enmarcada su frase favorita: “Es un doble placer engañar al engañador”. El autor, no le importa. Con tan sólo leerla a diario, recuerda lo mucho que disfruta ganar tanta plata de esta manera. Hoy, por ejemplo, le depositaron cincuenta mil dólares. Otros días de la semana pasada, otros tantos más. De poco a poco, ha reunido una fortuna. En poquísimo tiempo, por cierto.
Millones tiene en distintos bancos, millones que su padre, un honrado empleado, nunca habría logrado. Estafa a quien cree –según su código de ética– que lo merece. No estafa a cualquiera, hay que recalcar. Obvio, lo que más le gusta de su idea “genial”, es la venganza que siente que logra cada vez que el dinero cae en una de sus cuentas. Sobra decir que son varias y en distintos países y paraísos fiscales.
Cree, por supuesto, que es un ser superior a los demás. Único. Alma vieja. Neuronas privilegiadas. Dice eso y más, insoportablemente. Ociosa e incansablemente. Necesita ese refuerzo mental. Opuesto a su conciencia. Es la única forma de acallar la voz interna. Siente, una vez que se controla, una adrenalina fría y excitante. Tiene adicción a ella.
Afuera hace mucho calor. Se sienta ante su elegante escritorio de caoba y disfruta de más moderno aire acondicionado de flujo laminar filtrado que el dinero puede comprar. Abre su laptop y envía nuevamente una factura. Lo que nadie sabe, salvo Lorena, su asistente, es que la empresa que la emite es falsa. Creativo, ¿no?
El esquema es muy sencillo en realidad. Registró el nombre de una empresa de tecnología muy famosa con una pequeña variación. En lugar de “quanta computer incorporated”, se hizo de una empresa fantasma llamada “quanta computer inc.”. Siguiente cosa que hizo, fue mandar facturas a empresas gigantes de redes sociales y buscadores de internet.
Una tras otra, cayeron. ¿No es genial?, le preguntaba siempre a su asistente. Porque en esos gigantes conglomerados, la gente que paga nunca es la gente que pide la compra. Por eso mandaba solicitudes falsas. O algunos mails falsos también como pruebas. En algunas ocasiones, hasta falsificó contratos. Miraba en internet los nombres de empleados de niveles aceptables y falsificaba sus firmas. Así, ha ganado millones en un par de años.
Hoy, sin embargo, cometerá su más grande error. Ufano, le negará vacaciones y un aumento a su ayudante. Maltratará verbalmente a quien tanto necesita. Arribista, le gritó. No sabe la que le espera. Ofuscada, ha decidido actuar.
Se quedó en la oficina cuanto él se fue a darse la gran vida. Entró en el sistema y se transfirió dinero en criptomonedas. Exactamente, la cantidad de dos millones de dólares; apenas el uno por ciento de lo que aquél ha pillado. Xaviera, su novia, le dijo cómo hacerlo para no dejar rastro. Y luego, envió una denuncia anónima a las autoridades, al consejo de administración de Google y Facebook y también a reporteros de investigación de un reconocido diario norteamericano, incluyendo muestras de documentos falsificados, números de cuentas y todo aquello que lo terminará llevando a la cárcel.
Antes de largarse para siempre, con un marcador negro, tacha la palabra “doble” y escribe la palabra “triple” sobre la famosa frase que tanto inspira al patán y que encontrará al siguiente día para anunciarle su próximo desplome…