Tubo de Ensayo, por René Delios
Allá por 2015 Morena había presentado su propio proyecto para la construcción del nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México, como alternativa a la propuesta por el gobierno federal de Peña Nieto.
Obvio es que los legisladores priistas y panistas y perredistas se burlaron de “tan descabellada” intención.
Desde luego que no se esperaban que Morena creciera en tan solo tres años como para ganar arrolladoramente la presidencia, y la verdad como ahora -ya los burlones en la oposición- los conservadores se confiaron y pues perdieron y seguirán perdiendo, porque ahora pecan de soberbia, aunque no tengan con qué competir.
Ganando AMLO se esperaba el populismo en proyectos o programas para el combate a la pobreza, pues el tabasqueño lo planteaba desde que fue regente de la Ciudad de México, y conoce los problemas de la capital del país, y como que ya se les olvidó que el de Macuspana, creció a partir de ese triunfo, y que por aparte no solo es el presidente de México, sino también el líder moral de Morena, con asuntos muy sentidos por la población menos favorecida, la que -aun los minimicen-, les sigue respondiendo.
AMLO sabe que no va a pasar su reforma electoral como no pasó su reforma eléctrica; pero esta propuesta es parte de una estrategia mediática para llamar la atención mundial, en especial de aquellos que están con el proteccionismo económico, pero que comparten la macroeconomía, que si bien puede ser desarrollada, no sea solo lucrar sino que ésta en verdad aterrice en las masas, con mejores salarios para los trabajadores, más derechos laborales, mejor vida digna, y en eso entra desarrollo humano, medio ambiente, en fin, súmele.
Porque el neoliberalismo no permite eso: es depredador y explotador.
He leído a los que se refieren a aquella clase media alta, ya casi desaparecida por la crisis económica generada en los ochenta del siglo pasado, y que la generó el neoliberalismo mal enfocado -y es curioso que esa clase media alta que queda es la que pregona que vuelvan-, y aun esa evidencia pues esa clase social escasa no confía en Andrés Manuel López Obrador y su partido político: son como la base militante de los conservadores que marcharon el domingo pasado, o los seguidores a ciegas de AMLO: de a cómo le digan.
No puede ser casualidad que a un año después de la elección intermedia de 2021, con lo que tienen de bancada de Morena en el Congreso, se presente un proyecto alterno donde se ahorrarán miles de millones de pesos, según la exposición de motivos, y la oposición dice que es mala porque atenta en contra de la democracia mexicana.
Lo mismo dijeron en torno a la electricidad, “que prefirieron que quedara bajo el control de extranjeros que del gobierno”, como dice el presidente cuando, la verdad, es que de a cómo quedó le gustó a los inversionistas que, esperemos que lleguen a raudales, sino pues habrá sido inútil la supuesta apertura.
Desde luego dado el tema, lo delicado que era afectar a esos intereses enormes, pues se bloqueó la propuesta de AMLO.
No, no se cayó el país.
Ahora el tema es político es la reforma electoral y en la medida en que se acerque la fecha de su aprobación o rechazo, para nadie deja de ser claro que es con miras a las elecciones federales de 2024 en que se renovarán aparte de la presidencia, también nueve gobernaturas, más de mil 400 alcaldías y treinta congresos estatales.
No es poco decir.
Pero supongamos que el INE quede igual.
¿Qué garantiza eso?
¿Una democracia transparente, expedita, desde la elección misma de los candidatos, mejores representantes populares o más de lo mismo, como ahijados, sobrinos y recomendados en las cámaras?
Porque para eso sirven las plurinominales: pago de facturas y favores políticos, venta de curules, tráfico de influencias, corrupción política, y así el intríngulis de la democracia mexicana que nadie ignora, menos esa clase política que la practica indistinto sea el partido.
Ahí están los nombres de anodinos, en las representaciones federales de las entidades, sea en San Lázaro o Paseo de la Reforma.
