Realidad Novelada, por J.S. Zolliker ·
No sabe cómo, pero de pronto, la incluyeron en un grupo de WhatsApp. Todos los miembros eran mexicanos viviendo en la misma ciudad en los Estados Unidos. Sospecha que quien pasó los datos fue alguien de la embajada o el consulado, pues ella no convivía con ningún paisano y a nadie, salvo a la embajada, le dio sus datos por temas de contacto. Se los dio por dos motivos: el primero, que se pide que los mexicanos en el extranjero avisen a su embajada para cualquier emergencia, el segundo, para poder votar.
Por eso no le pareció normal que, de buenas a primeras, todos los paisanos, que no se conocían entre sí, estuvieran de pronto en contacto por un chat. Mucho menos normal, le pareció que les escribieran para que fueran a presentarse a un lugar determinado para ir a apoyar a la candidata del oficialismo. Y que varias cuentas, en apariencia falsas, les secundaran. Qué carajos.
Ella se llama Mirna. Es de origen mexicano, tanto de madre, como de padre. Por varias generaciones, según consta en un estudio genético que se mandó a hacer, apenas se mudó a Estados Unidos. Sin embargo, desea aclarar en nuestra llamada, que no se mudó por gusto ni por buscar una oportunidad económica. Esto es importante: tuvo que huir del país que consideraba su patria, por la inseguridad.
No es, ni cercanamente, ni rica ni pudiente. Tampoco es una figura pública. Apenas tenía un pequeño negocio de maquillaje y estética en un estado de la República que se tornó conflictivo. Sobra decir que, a duras penas sacaba para la cuenta de la semana. Y entonces, devino la caída a los infiernos. En menos de lo que canta un gallo, le comenzaron a pedir derecho de piso porque el gobierno sólo cuida lo que le conviene. A sus hermanos se los llevaron: o se unían al cartel o se morían. A las mujeres, las raptaban. No sabe nada de ellos a la fecha.
Y por eso, dejó México. Lo abandonó todo. Dejó su tierra, familia, cuentas bancarias y amistades porque no podía más con la incertidumbre e inseguridad. Y ahora la contactan por WhatsApp para inflar una campaña e irle a aplaudir a la candidata que promete que todo siga igual. Mienta madres. Está enojada y le molesta que la quieran utilizar para apoyar una continuidad de lo que la expulsó de México. Detesta sentirse utilizada.
Lo peor es que sabe que es probable que las elecciones las definan los jóvenes. Esos que no se ocupan de conseguir trabajo, que no tienen apegos ni intereses por su patria, que ni marchan ni han conocido crisis. Pero entonces se da cuenta de otra cosa: son muchísimos en el chat y varios inconformes comienzan a reclamar. Según las últimas cifras del INE, los que podrán votar desde el extranjero son más de cien mil. Una cifra nada despreciable que puede cambiar el rumbo de las elecciones.
Entonces decidió mandar un mensaje dirigido a provocar: “¿ustedes van bien con el tema inclusivo?” Las respuestas no se hicieron esperar. La mayoría estaba en contra y consideraba el tema un desperdicio de tiempo. Entonces lanzó la segunda pregunta: “Las elecciones las podemos definir nosotros, todos los que salimos a buscar un mejor destino, ¿quieren seguir igual y con lo mismo?”.