Pisté, Yuc., Ubicado en la parte sur de Chichén Itzá, a unos 800 metros en línea recta del área monumental de esa ciudad maya, donde se encuentra el imponente castillo de Kukulcán, Chichen Viejo o Serie Inicial emerge de la selva para revelar al mundo contemporáneo su majestuosidad y sus secretos milenarios. Se abrirá al público dentro de pocos días, después de más de 30 años de investigación y recuperación.
Con una fecha de ocupación continua datada por los arqueólogos entre los años 600 y 1200 de nuestra era, que corresponden a los periodos Clásico Medio y Posclásico, es el primero de los grupos habitacionales prehispánicos de esa emblemática zona arqueológica que serán abiertos al público para su visita.
Su relevancia, además de la magnificente belleza de sus edificaciones y elementos decorativos, es que se trata de un conjunto que fue habitado por uno de los gobernantes de esa antigua capital maya y su familia, asociada por los expertos con el linaje Kup, y que allí se practicaban rituales privados y públicos, según Arturo Cortés, uno de los jóvenes arqueólogos que trabajan en la investigación y consolidación de ese sitio.
“Este grupo arquitectónico refleja aspectos fundamentales sobre el modo de vida de la élite que residió y mantuvo el control de la Península de Yucatán durante el periodo Clásico Tardío Terminal”, entre los años 900 y 1150 de nuestra era, de acuerdo con información del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
La apertura al público de ese complejo arquitectónico, prevista para la semana próxima, “permitirá una nueva visión” de Chichén Itzá, al brindar acceso a un área donde residía la clase privilegiada que participó en la parte política y ceremonial de esa capital maya, señala el arqueólogo José Francisco Osorio León, director de la zona arqueológica.
“Este grupo de Serie Inicial o Chichén Viejo es único porque representa un lugar mítico donde se encuentran escenas de los orígenes de la creación en los que aparecen diseños ligados al poder y los astros; ahí tenemos la representación completa de todos los elementos distintivos de la clase dominante”, explica.
“Entonces, es una combinación de edificios que están marcando momentos muy específicos, desde áreas donde se hacían rituales particulares y públicos, donde el personaje podía tener disponibilidad de su séquito y sus invitados especiales.”
Otro tipo de majestuosidad
La grandeza o espectacularidad de este sitio estriba no en las grandes dimensiones de sus edificios, plazas y demás estructuras, a diferencia de la parte monumental del resto del área arqueológica abierta al público, que es la más conocida y que tanto renombre mundial ha dado a este bien patrimonial mexicano.
Es monumental, sí, pero en otro sentido, como pudo corroborar La Jornada durante un largo recorrido guiado por el arqueólogo Arturo Cortés, a cuya responsabilidad está la investigación de la llamada Casa de los Escudos, denominada así por una serie de representaciones en piedra de emblemas bélicos, espacio donde residía la guardia de seguridad o la parte militarizada que protegía al personaje principal.
La monumentalidad de Chichén Viejo está determinada más por la delicadeza y hermosura de sus detalles, así como por el estado de conservación de varios de sus elementos, entre ellos uno de los frisos más extensos que se han encontrado hasta la fecha en Chichén Itzá, con más de 20 metros de largo.
Este mural labrado es asombroso, no sólo por conservar casi la totalidad de sus piezas íntegras, sino por la belleza y el contenido simbólico de sus relieves, en los que se observa a un personaje central de cuyo pene nacen, a los flancos, dos enredaderas que se ramifican y dan paso a aves, como colibríes y loros, así como a flores y frutos, y que después se conectan con otros dos personajes secundarios.
Una interpretación realizada hace unos años por el fallecido arqueólogo alemán Peter Schmidt (1940-2018), quien durante más de 40 años se dedicó a investigar y develar los secretos de Chichén Itzá, asoció toda esa iconografía con un lugar mítico, “un paraíso divino”, que rinde culto a la creación.
Con cerca de 14 mil 605 metros cuadrados de extensión, el grupo residencial de Chichén Viejo está asentado sobre una plataforma artificial y rodeado por una muralla que en su parte más alta alcanza cuatro metros y en la más baja, un metro, además de tener un segundo muro de protección.
Se compone de dos plazas y una veintena de edificaciones, entre ellas una de tipo palaciego: la Casa de Los Falos, denominada así por tener adosados en los muros de varias de sus habitaciones miembros viriles de piedra, y que es un complejo conformado por varias estructuras.
También están las casas de Los Caracoles, Los Atlantes y Los Estucos, siendo esta última la edificación más antigua del lugar, del año 600 dC, y en cuya parte superior se halló el dintel con el glifo que da nombre a todo este complejo arquitectónico.
Además de los mencionados, en el sitio se encuentran los templos de Los Monos y Los Búhos, cuyo nombre se debe a que los recintos poseen ornamentos con representaciones de esos animales, así como dos esculturas de Chac Mool, una piedra sacrificial y un altar circular en forma de tortuga –con cabeza, patas y cola íntegros–, el único de su tipo en toda el área maya, al menos hasta 2007.
Para ingresar a Chichén Viejo se debe cruzar un enorme arco característico de esa ancestral civilización mesoamericana, lo cual hace recordar el acceso a los castillos o ciudades medievales europeas, que, curiosamente, corresponden en términos temporales con este sitio.
Dicho arco, según Arturo Cortés, representa un ser primigenio que aparece en la mitología mesoamericana, una especie de lagarto con las fauces abiertas, a cuyos costados aparece un par de grecas para señalar los ojos de esa criatura.
“El sacbé (antiguo camino maya) para llegar aquí viene desde Chichén Itzá; hay una conexión directa entre ambos puntos. Es un acceso controlado, en la época antigua no estaba abierto a todos, sino a los gobernantes y sus invitados, ya que a los flancos de la entrada hay una serie de habitaciones que pudieron ser ocupadas por la guardia del lugar”, refiere el arqueólogo.
El director de Chichén Itzá, José Francisco Osorio, quien descubrió en esta área habitacional cinco entierros al pie de uno de los templos, precisa que Chichén Viejo, por su nombre, parecería ser más antiguo que el área monumental de esa zona arqueológica, pero en realidad es de la misma época. Destaca que aún son muchos los misterios que tiene por revelar, ya que los trabajos de investigación y consolidación proseguirán.