Realidad Novelada, por Zolliker ·
Para muchos, no era una víctima. Otros dijeron que fue muy descuidado. Respondieron algunos que se lo merecía por irresponsable. Que quizás no debió beber tanto, cuestionaron los que se piensan más precavidos. Unísonos dijeron todos, que Enrique tendría que haber pensado en el daño que les causaría a su esposa y sus hijos.
La verdad es que no tienen idea. Antes de que se emborrachara, ya le habían echado el ojo; vestía bien, traía anillo de casado y convivía poco con sus amigos y más bien miraba a cuanta mujer le pasara cerca. Varias personas pusieron en marcha el acostumbrado plan. Identificado como el objetivo de la noche, Dharani se le acercó a coquetearle. Afable, se presentó con Enrique y le dijo que ya lo había visto antes y que ella también venía sola con amigas y sus novios y no quería pasársela con ellos como el mal tercio. Sin poder creer su buena suerte, él le ofreció un trago de la botella de la mesa. Muy para su sorpresa, ella le dijo que no, que bebería de su propia mesa porque no quería que pensara que estaba con él para gorrearle.
Ufano, borracho y algo petulante porque la guapa veinteañera le restregaba sus generosos pechos en cada oportunidad, fue despidiéndose poco a poco de sus amigos, quienes comenzaban a irse porque ya pasaba de las dos de la madrugada. Yamilet, se les unió porque su pretendiente la había dejado sola y era la última que quedaba de esa mesa. Con toda intención, entonces, mientras bailaba discretamente con ellos, a él pareció querer hablarle al oído, pero en cambio, le dio un leve y sensual chupetón en el cuello. Obnubilado, sintió que le recorría un escalofrío e imaginó que podría cumplir una fantasía si lograba acostarse con ambas. Recíproco, las tomó por la cintura a cada una y las besó en el cuello. Traviesas, rieron y aumentaron el ritmo del cortejo.
Al poco rato, le invitaron a irse a otro lado. Por favor, esto está poniéndose aburrido. Anda, ¿sí? Resulta que accedió y pidió la cuenta, pero el gerente del bar, les mando una ronda de cortesía. Agradeció el gesto para “la última y nos vamos” y luego liquidó su adeudo. No recordaría ni cuanto pagó ahí. Opción de irse a casa la tuvo, pero silenció su consciencia.
Beodo, abordó con ellas lo que le dijeron era un uber. Enfilaron hacia un after que ellas recomendaron. Besó en el trayecto a una y a la otra y le dieron cocaína para que se le bajara un poco. Entraron al lugar sin ningún problema. Rememoraría que les dieron una mesa de pista. También ordenó una botella de whisky. Es mejor no cambiarle, les dijo. Le celebraron la ocurrencia. Ardientes se manoseaban entre ellas. ¿Podemos pedir un privado para estar más cómodos y sólo los tres?, le preguntaron. Inmediatamente accedió. En el segundo piso los acomodó la hostess. La música era más suave. Y además, nadie podía verlos desde fuera.
Bebió un buen sorbo de su whisky. Escopolamina en gotas le pusieron sin que se diera cuenta. Sabe a nada ni huele tampoco. Así que ni se imaginó que lo filmarían con los calzones en los tobillos y teniendo relaciones con ellas. Robotizado e hipnotizado estaba.
Transpiraba mucho. Un capitán de meseros le llevó a las nueve de la mañana, una cuenta por dos botellas de champagne. Son quince mil pesos de cada una. Obviamente, su tarjeta rebotó. Nos tendrás que llevar por dinero, le indicaron. Resistencia ninguna opuso. Inferimos que no lo quisieron llevar a su casa porque los habría guiado sin problema a pesar de que ahí estaban en riesgo su mujer e hijos. Suprime toda voluntad esa droga y quizás por ello les dijo que vendía relojes de lujo y los llevó a su local, donde le vaciaron la caja fuerte con más de medio millón de pesos en mercancía. Al día siguiente solo queda decir que su hermano lo encontró muerto en la silla frente a su escritorio; por el alcohol y las drogas que inhiben el sistema nervioso central, había broncoaspirado.