Mariana Morales
Berriozabal, Chiapas, México
Tras 15 días de estar incomunicados en un albergue del Instituto Nacional de Migración (INM), ubicado a media hora de Tuxtla Gutiérrez capital del estado, al menos 100 migrantes, niños y niñas, rompieron con una varilla los dos candados del portón para escapar.
Dos carros de la policía municipal con unos cinco agentes intentó capturarlos, pero no lo lograron porque estos se resistieron subir a los vehículos.
Fue a las 9:00 de la mañana mientras los centroamericanos, desayunaban huevos y agua con arroz, cuando escucharon a una de las guardias decir que ese día no serían liberados.
La preocupación les entró, narran por separado mientras caminan por la carretera, porque llevaba hasta 15 días sin saber qué sucedía al exterior.
Únicamente les permitían salir a comprar alimentos, ya que solo hay médicos, pero no medicamentos para aliviar los males que dicen traen luego de cruzar laSelva El Darién, en Panamá.
«No hay medicamentos, yo tenía un fuerte dolor de codo solo me dieron un voltaren y no me hizo nada, él (su hijo de cinco años) estaba con dolor, infección, pero nos dieron para la fiebre, ella (su hija de 4 años) una infección en la garganta y solo nos dieron paracetamol», dijo Yenifer Tumaya Albache, de Ecuador.
La primera tanda de migrantes salió rápidamente y no logró llevar sus pertenencias, mientras que la segunda pidió a las guardias su teléfono y salieron con más tranquilidad.
Ya afuera y en grupo, caminaron 500 metros de terracería hasta encontrar la carretera federal. Después caminaron casi una hora y tomaron un descanso en una gasolinera.
«Somos migrantes, pero ante todo hermanos, no te vamos a dejar», decían unos centroamericanos, al auxiliar a un ecuatoriano que se desmayó.
«No te mueras papá», le gritaba su hija de seis años, al tiempo que lo sostenía.
Elementos de Protección Civil Estatal, le pusieron un suero y tras una hora de descanso cuando el ecuatoriano regresó de sus males, el viaje re inició.
El albergue de este municipio fue construido hace dos años y fue anunciado sólo para mujeres con hijos. Aunque, los narrado hoy por los migrantes, al interior hay hombres, mujeres, niños, niñas que colocan en habitaciones diferentes e impiden la comunicación.
El portón de este albergue es de casi 10 metros de alto. Los extranjeros lo describieron como una fortaleza.
«Salimos 100, pero quedaron otras 100 personas ahí, no sé si hay sobrecupo, pero lo que sí hay, es mucho miedo a estar encerrado, por lo qué pasó en Juárez», señala Wilber Cruz, un hondureño que fue capturado en Tapachula.
Este hombre que arrastra una maleta sobre la carretera federal y cuenta que tras cruzar el río Suchiate en balsa, ya en México, el chofer de la combi le pidió mil 500 pesos para bajarlo antes del primer reten del INM, para llegar a Tapachula.
«Yo, solo traía 300 pesos, y le di, cuando llegamos al retén ahí nos bajo , nos entregó a las agentes y dijo: esto es para que sepan que tienen que pagar».
Wilber fue llevado al albergue de Berriozabal y de ahí escapó esta mañana.
«Súbanse a los carros oficiales, ya ni sigan en esta carretera, háganlos por los recién nacidos», les pidió un agente del grupo BETA a los migrantes que se guiaban con un GPS, pero fue ignorado.
«A mi en Viva México (Tapachula) cuando me detuvieron, un agente migratorio nos pidió 500 pesos por persona con tal de no llevarnos a esa cárcel, y nada», dijo otra ecuatoriana.
El grupo de migrantes dijo que seguirían avanzando hasta llegar a San Pedro Tapanatepec, Oaxaca, tomar un descanso y avanzar hasta los Estados Unidos.
«Yo tengo que llegar a donde está una Virgen de Guadalupe, ahí está la frontera y puedo ver el otro lado», dijo sonriente Yessenia, al avanzar bajo los 35 grados de sol que azota esta vía carretera.